Donde el mundo
termina, marcas el horizonte.
Cómo el bálsamo que
cura, la tranquilidad de tus océanos.
Cuándo la triste
situación me supera, la esperanza de tu cielo.
Porque había un
motivo, surgiste de la inmensidad.
Así aprendí a sonreír,
en el reflejo de tus pupilas.
Igualmente diste
calma a los desquicios del corazón.
No me sueltes la
mano, aunque te abandones a tu vida.